Crónica by Marite / Fotos by Marite & Rosa / Edición de fotos by L
Viernes: Eran las 7 de la tarde cuando las chicas de Betis, del racing, de Cantabria, las del pijama, las del equipo olímpico de salto de chancla clavada, nos reunimos en el ático de Elena, a fin de unificar uniforme y finiquitar los últimos detalles. A la novia, Noelia, le habíamos dicho que, por favor, fuera al aeropuerto a recoger a Mónica ya que, supuestamente, yo tenía médico en Santander y no me daba tiempo a llegar.
Llegamos al airoportua unos 20 minutos antes que ella, hecho que nos `permitió compincharnos con algunos trabajadores para que nos dijeran cuándo subía las escaleras. Allí la esperábamos con una pancarta al grito de “El corazón que a Triana va, nunca volverá, Sevillaaaaa…” En estado de shock se nos quedó la pobre! Que decía que ella no se podía ir, que no había hecho la maleta!!! Inocente, su maleta estaba hecha (aunque sí, hemos de reconocer que era bastante fea, jiji). Le pusimos el uniforme y….pa´l avión!! Ya dentro empezamos la juerga: viva la novia!!, wapa!!! Que hable el piloto!!!Oleé!! Hasta el azafato pidió por megafonía un aplauso y un viva la novia!
Todo parecía estar a nuestro favor; es más, lo ha estado en todo el viaje, a excepción de un pequeño percance que será relatado más tarde. El hotel, una pasada. Tenía de todo y lo más importante, tenía una
súper piscina.

Ni tiempo nos dimos para pintarnos el ojo que ya estábamos de nuevo en la calle. Nos fuimos al barrio de Triana, donde había fiestas con muchas casetucas de músicas varias. Todo el personal se nos quedaba mirando debido al atuendo que llevábamos. No es fácil no quedarse mirando a 9 bellezas vestidas iguales y quedarse callado…jejeje. Esta noche fue nuestro primer bautizo como “las chicas del Betis”.
Sábado: después del jaleo del día anterior, de las emociones, de los sobre saltos, de la sorpresa, del calor… nos merecíamos relax, tranquilidad, disfrute… así que empezamos el día despacio, desayunando en el bar de la piscina y haciendo del baño unos momentos de lujo, de quietud, de detener el tiempo, sin ningún tipo de prisa por finalizar aquella sensación de paz y descanso. Y así fue como la vivimos, felices. Felices por estar todas juntas y haber desconectado del trabajo, de los problemas y de la rutina. Luego nos fuimos a comer y a seguir descansando con una siesta.

A las 7 de la tarde cambiamos el chip y aunque suelen decir que después de la tempestad llega la calma, en este caso fue al revés. Segundo uniforme de gala y a recorrer Sevilla. Aquí fuimos “las chicas del pijama”. Como guía: Alfonso. Nos enseñó callejuelas, giralda, catedral... y bares! El momentazo de la noche fue aterrizar en “La Anselma” sitio típico donde los haya. Música flamenca, flamenca, cuyo único toca discos es una guitarra, un cajón, dos señores con musho arte y Anselma, gitana cantaora que deleita al personal con su voz y sin micrófono.

Allí se desató la novia y se marcó una sevillana con un autóctono que dejó a medio bar con la boca abierta y provocó el desate de sus amigas que casi se quedan sin voz. Después de ver a 3 famosillos (Bárbara, Gonzalo y Richi, de Yo soy Bea) y bailar los últimos coletazos en una caseta, a dormir.
Domingo: la mañana la pasamos igual que el día anterior, a remojo y arrugadas; con mucho cachondeo en la piscina, muchas conversaciones de todo tipo allí sentadas, alrededor de las escaleras. Recibimos la visita de un amigo de Noelia, que luchó, como pudo, por no estar muy cortado ante tanta mujer.
Comimos en el hotel y llegó el momento “juego”. Divididas en 3 equipos teníamos que ir superando pruebas como: llama a un número al azar y pregunta por Antonio, con un acento andaluz creíble, intentando conseguir que la llamada dure al menos un minuto; vete al bar y bébete un chupito de algo alcohólico (menos de 20º no se admite); sube a la habitación, hazte un velo de novia con papel higiénico y baja otra vez a la piscina; entra y sal del hotel diez veces; tírate de la piscina cinco veces en diversos estilos y al grito de ¡Viva la novia!; posa para una foto en postura sexy (¡culo en pompa!); suplanta la identidad de una de las nueve hasta que te vuelva a tocar el turno; llama a Carlos y convéncele de que se te ha pegado un chicle en la cabeza y te hemos tenido que cortar el pelo hasta la oreja (se admiten lágrimas).

Menudo descojono por todo el hotel, que nos veían correr de un sitio para otro como locas sin ningún motivo aparente. En esta prueba fue donde nos convertimos en el “equipo olímpico de salto de chancla clavada”. En medio de la carrera por conseguir objetos preciados para una de las pruebas, la novia metió el pie entre la hierba y el camino de baldosas; se le quedó la chancla metida y ella se fue hacia delante cayendo en plancha. Gracias a Zeus no se rompió la nariz, pero se hizo herida en las rodillas, codos, pecho y sobre todo en un dedo, que está morado como una mora. Lo peor de todo es que le dolía mucho y eso impidió que disfrutara más aún.

Después del juego nos fuimos a dar un paseo en barco por el Guadalquivir, a cenar a un lugar que nos encantó (por wenisisisismo y precio) a ver la Plaza de España con la que flipamos y por último a un chiringuito en medio de un parque con música en directo y 30 graditos donde desvariamos una vez más posando con caretos para las cámaras.
Lunes: llegó, mierdecilla, el temido lunes, el día que ninguna de las presentes quería que llegara. Había que recoger y dejar aquella maravilla de lugar que tanto frescor nos había dado (por no hablar de los vaporizadores que llevábamos, que nos dieron la vida). Como nos dejaron quedarnos hasta la hora de irnos al avión, aún pudimos disfrutar de 3 horitas a remojo en la piscina. Después, el cansancio acumulado y la tristeza por la vuelta hicieron del regreso un viaje tranquilo. Ahora el recuerdo de lo vivido y el desenlace: la boda del 13 de septiembre.